viernes, 29 de marzo de 2013

Casa vernácula y bullicio



Foto: Onnis Luque
"Entre oficio y tradición" texto publicado en la Revista DOMUS, ver aquí.

Las perspectivas e intereses de los círculos hegemónicos centroeuropeos y norteamericanos de producción de teoría y crítica de la arquitectura en los últimos 50 años, han dirigido fundamentalmente sus esfuerzos y estrategias de estudio en dimensionar desde una postura a menudo estetizante el desarrollo y las implicaciones de la arquitectura moderna en sus diversas manifestaciones y orientaciones posibles. Frecuentemente estos intentos de estudio sitúan en el plano de la generalidad o la burda abstracción aquellas estructuras o parámetros sociales, culturales, económicos o políticos, (los)las cuales representan instancias determinantes para su florecimiento, a juzgar, por la naturaleza de aquellos contextos donde se insertó y evolucionó extensivamente la modernidad arquitectónica, las ciudades. Estos ejercicios de formulación teórica y de crítica han sido posibles, además desde el empleo tácito de herramientas elementales de catalogación y clasificación, por la naturaleza de los enfoques de aproximación y estudio instrumentalizados, básicos a saber: Partiendo desde la experiencia directa con las obras y contrastando éstas con aquellos parámetros fundamentales de la modernidad arquitectónica, y así mismo, acotando con las referencias y experiencia de los autores. Este esquema, aún desde su estrechez metodológico-conceptual constituye uno de los referentes fundamentales para la construcción de discursos arquitectónicos, con él ha sido posible intentar explicar o describir una multiplicidad de procesos y situaciones adyacentes al fenómeno moderno en arquitectura y sus implicaciones. Dentro de estos esquemas de formulación teórico-crítica se han desarrollado múltiples estructuras conceptuales que buscan significar o analizar la implantación de la modernidad en diversos contextos, situaciones o particularidades. Ya sea en las ciudades europeas o las norteamericanas como los ámbitos por completo naturales, así como en aquellos países emergentes o en desarrollo que bajo la estricta tutela socio-económica de occidente se presentaron como escenarios “ideales” para poner marcha -y prueba- una visión adaptada de modernidad.

El Regionalismo Crítico justamente representa una de estas apuestas conceptuales que busca dimensionar o mediar entre la visión dura de modernidad arquitectónica y su implementación dentro de contextos socioculturales en evolución o crisis, primero el europeo de los años 70´s y 80´s, simultáneamente extendiéndose dentro de países en vías de desarrollo, México naturalmente uno de ellos. Como antecedentes directos algunas obras del periodo de posguerra como la capilla de Ronchamp o el Convento de la Tourette, las cuales sitúan en una nueva posición de búsqueda y significación, tal vez de duda, tanto formal como en procedimientos constructivos el actuar profesional de Le Corbusier. En los 60´s Louis Kahn plantea a la historia como herramienta sustancial dentro de las problemáticas proyectuales, ofreciendo implícitamente una postura crítica frente a los postulados del movimiento moderno. Aldo Rossi igualmente en los 60´s emplea ya una jerga particular, embrionaria de conceptos los cuales nutrirán posteriormente al Posmodernismo, el Regionalismo Crítico y otras posturas. Así el empleo en Rossi de la memoria, pertenencia, datos del entorno, sistemas, tipos, vivencias, olores entre otros se perfilan en directa oposición a la universalización homologadora de la modernidad, ya para entonces forzada y acartonada. En el libro Towards a Critical Regionalism Kenneth Frampton plantea, sin detenerse en mayores explicaciones, que el Regionalismo Crítico asume y valora aquellas premisas progresistas de la arquitectura moderna, pero las contextualiza prudente y sensiblemente al lugar. Sitúa a la topografía, el clima, la luz, los sentidos a la par de lo funcional u operativo. Desde su visión Frampton dignifica en cierta forma el origen y naturaleza de materiales y los procesos a los que son sometidos para configurar particulares cualidades tectónicas, así mismo insiste en la incorporación de aspectos que se encuentran dentro del contexto general sociocultural del proyecto, pues destaca la importancia de conocer e incluir rasgos idiosincrásicos de la región dentro de aquellos parámetros de diseño, haciendo énfasis en el empleo de procesos de construcción coherentes tanto cultural como económicamente.

NO ESTÁNDAR: Cuando perteneces como arquitecto, partiendo desde una preparación profesional específica, a un esquema formativo de pensamiento derivado en buena medida de las premisas modernas, las incursiones proyectuales en ámbitos rurales pueden comúnmente abordarse desde una serie de valores preestablecidos, hacer lo contrario implica fracturar aquellos esquemas que identifican mayoritariamente el perfil profesional del arquitecto. No tener certezas en tiempos, en procesos, en alcances y naturaleza de materiales y sistemas regularmente representa a una de las más grandes pesadillas para la realización y ejecución de un proyecto. Bajo el interés genuino de conocer sistemas de construcción tradicionales, desde su producción hasta las opciones en su manejo y empleo, aunado a la valiosa posibilidad de contar con un remanente, cual refugio, alejado del bullicio citadino del DF, el arquitecto Sury Attie afronta la oportunidad de desarrollar el proyecto de su propia casa de fin de semana en las proximidades de Zitacuaro, pequeño municipio del estado de Michoacán. El cliente, contando desde años atrás con un terreno para plantarla, el cual se ubica en una ladera dentro de una zona medianamente agreste y con uso mayoritariamente agrícola pero ya presentando progresiva urbanidad, El Jacal se ofrece sin mayores pretensiones como un gesto básico de construcción y de uso. Se trata, a la distancia, de apenas una plataforma de ladrillo que se ve coronada por una serie de macetas semi-esféricas de barro, una cubierta de teja que descansa sobre amplios muros de adobe y columnas de madera.

No hay en ello mérito de particularidad o distinción en relación al contexto rural dominante, es más, aquellas ideas prefiguradas sobre la arquitectura vernácula o popular común en este tipo de entornos confirmaría únicamente su escasa capacidad para sobresalir. Pero esta opinión se verá modificada cuando la interacción con El Jacal sea próxima. Tanto la factura constructiva, los materiales empleados, como la misma disposición y usos posibles hacen que El Jacal plantee una relación con su entorno en extremo simple. Con cuatro elementos funcionalmente íntegros parecería accesible poder definir y describir El Jacal; Las dos habitaciones que incluyen baño y la cocina se ligan y disponen longitudinalmente con orientación preponderantemente al Éste, un espacio compartido entre comedor y área de estar remata al sur. Al interior los aplanados rústicos a base de masilla de cal y arena, pisos de azulejo cromáticamente distintos en cada espacio y plafones de petate apenas dicen algo. Hay un elemento que constituye en sí El Jacal. El gran motor articulador de las habitaciones, la cocina y la sala-comedor está determinado por uno de naturaleza difusa y fluida que siendo terraza, vestíbulo, estudio, área de estar, comedor o sala de grandes dimensiones y bajo la modalidad simultánea de abierto o cerrado prescribe la total espacialidad y distribución del Jacal. Este elemento en su fluir, relacionado estrechamente con el despliegue de la cubierta y sus patrones de sustentación definidos por las vigas de madera y las columnas de rollizos descarapelados, aunado al rigor expresivo del mobiliario, algunos de ellos presumiblemente hechos con tablones de cimbra plantean, si bien, específicas relaciones, pero nunca de condición definitiva ya que se trata de un flexible espacio que puede asumir diversas modalidades en uso. El Jacal en ciertos sectores fue desplantado sobre el tepetate mismo de la ladera, en otras áreas se levantaron muros sobre los remanentes de una construcción anterior igualmente de adobe, sobre el tepetate y estos muros ya existentes se comenzó a desplazar una inercia constructiva emparentada materialmente con la nueva construcción, pero distinta desde la postura de cómo alcanzar objetivos de espacialidad y relaciones, fundamentalmente signada por un específico y riguroso proyecto arquitectónico.

Sin renegar de posibilidades para experimentar, Sury Attie descarta por completo esta premisa como fundamento para hacer El Jacal, se trata en realidad y únicamente del empleo de procesos y procedimientos constructivos, existentes y utilizados ampliamente en la zona circundante a Zitacuaro, pero referenciados dentro de esquemas operativos del proyecto arquitectónico contemporáneo. Las piezas de abobe empleadas para los muros fueron realizadas en el mismo sitio, con arcilla del lugar por el albañil Jorge Menchaca, mismo que se encargaría de la construcción total, tanto las vigas secundarias como las principales fueron solicitadas exprofeso en el aserradero, secadas por seis meses en el mismo predio donde se encuentra El Jacal, las columnas no son otra cosa que troncos de árbol desprovistos de la corteza, encerados como único tratamiento, las piezas de ladrillo en sus diversas dimensiones empleadas tanto en pisos como en aquellos elementos que circundan la terraza así como las macetas fueron manufacturadas exclusivamente en Maravatío. La cubierta estando hecha con tejas recicladas, recolectadas en la región y, por su mecanismo de colocación simplemente apoyada, requiere una constante revisión y mantenimiento. Por si sola hablamos de una cubierta que está viva, que su básica lógica de funcionamiento implica movimientos, desplazamientos o reacomodos que requieren constante y minuciosa atención y trato. Aun cuando es algo menos importante, vale mencionar que El Jacal no representa atemporalidad, no reta al tiempo y sus estragos. Lo que si hace es manipular nociones de tiempo. Esta obra, siendo realizada básicamente con tierra y madera en diversas escalas y condiciones, materiales que incluyen de facto una pátina, es posible emplazarla en la indefinición de su edad.

OPORTUNIDAD: El empleo de una paleta reducida de materiales y sistemas constructivos, aunado a la simplicidad del partido arquitectónico no dicen más, con estas referencias no es posible discernir otras consideraciones, pero desde ellas sí. La construcción del Jacal plantea una serie de particularidades que es conveniente precisar no con el interés de situarla en la excepcionalidad, esto no es posible, si en el sentido de reconocer un proceso de trabajo minucioso y apasionado, condescendiente con el abordaje de situaciones constructivas no convencionales, Sury Attie lo describe únicamente desde la idea de oportunidad. Oportunidad para trabajar sin el rigor asfixiante de las presiones cotidianas presentes en la ejecución de un proyecto citadino, oportunidad para convivir y colaborar desde los procesos adyacentes y exigidos por El Jacal tanto con peones, artesanos o carpinteros. Oportunidad quizá para situar una práctica de la arquitectura desprovista de prejuicios y liberada en cierta medida de responsabilidades estéticas o de alta discursividad pero suponiendo con esto un costo alto para los fines e intereses generales de la arquitectura contemporánea. El Jacal no es replicable, no constituye un esquema viable de reproductibilidad, pero paradójicamente el distanciarse de esta visión remite, tal vez, una escala o modalidad de virtud.

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