miércoles, 28 de marzo de 2012

Andrei Tarkovsky


Valorar las experiencias cinematográficas de contextos socioculturales específicos como el nuestro, el mexicano, inscrito en el consumo global de contenidos fílmicos implica mayormente situar esas experiencias en una perspectiva cuantitativa, vinculada a la producción de la industria del cine global y sus supuestos en la esfera comercial.

En el sentido cualitativo, solo es posible inscribirlas en la irresponsabilidad y la banalidad, en la negativa a pensar o reflexionar sobre lo que vemos, a rechazar cualquier grado de inteligencia en el público receptor. Abordar y desarrollar una exposición específica de aquellos temas recurrentes en el cine, con el interés de exhibir su inoperancia o su burda estructuración discursiva no es el objetivo de esta entrada. No me interesa hablar de sagas míticas, de superhéroes o de remakes únicamente por mi desinterés o tácito rechazo, sino igualmente por advertir que en ellas no hay más que decir; los intentos serán en lo absoluto aventuras estériles ya que gran parte del cine actualmente en producción y circulación tiene una trascendencia neta en relación a lo comercial, no a discurso sustantivo alguno.

En esta entrada hablaré de Andrei Tarkovsky, quien ofrece desde su perspectiva cinematográfica una experiencia renovadora, distinta. El valor y calidad de su trabajo presenta una vigencia inusitada no solo en lo referente a las interrogantes planteadas implícitamente o en encontrar mecanismos para su reinterpretación, igualmente a continuar alterando nuestra convencionalidad estética simplemente admirando sus largometrajes, con humildad. Andrei Tarkovsky siendo soviético de nacimiento, murió exiliado en París a finales de 1986 a los 54 años de edad víctima de un cáncer de pulmón, en este 2012, el 4 de abril para ser preciso cumpliría 80 años. En su corta trayectoria profesional realizó un cortometraje el cual fue su proyecto de titulación, siete largometrajes, un documental, así como un tratado sobre la naturaleza del cine donde pondera la sustancia de la industria fílmica, su utilidad, autonomía y compromiso del autor con su espectador. Profundamente preocupado por situar el lenguaje cinematográfico en una instancia narrativa trascendental, Andrei Tarkovsky desarrolla una perspectiva del cine en lo práctico y en lo teórico sin precedentes. Difícilmente otro realizador ha plasmado de forma tan contundente la propia subjetividad-objetividad existencial del hombre como Tarkovsky, interesado por llevar al cine el sentimiento místico, la fe y la bondad, el aspecto espiritual del ser humano en una insistente búsqueda de su interpretación: la naturaleza de la vida y el misterio insondable de la muerte, interrogando sobre la capacidad de los hombres para advertir y comprender lo trascendente o no en su propia vida.

¿Pero es necesario considerar la obra de Andrei Tarkovsky como sustancialmente cinematográfica, vinculada a problemas filosóficos, o un filósofo intentando sistematizar -con fortuna- ideas y reflexiones en el plano de imágenes secuenciadas, de la naturaleza del lenguaje cinematográfico? Someter la obra de Andrei Tarkovsky a un simplista dilema siempre será reduccionista, pero es posible argumentar al respecto, sobre la obra de Tarkovsky que es genuinamente cinematográfica. Sus preocupaciones filosóficas en el aspecto fílmico no son más que una excusa para retar y poner en crisis a su público y exigir reflexionar sobre si el hombre tiene la capacidad de comprender su importancia en su propia vida. Para Tarkovsky una de las preocupaciones principales del director de cine debía ser hacer del cine una entidad diferenciada de todas las otras artes o disciplinas que lo incitan o determinan (literatura, pintura, arquitectura, música, filosofía).

Tarkovsky conocía muy bien cuál era la especificidad del cine y la quería desarrollar al máximo para crear su propio lenguaje; la clave la encontró al desarrollar y aplicar la lógica problematizadora de la filosofía a la instancia fílmica. No se trata de asumir una narrativa convencional, el autor y el público ahora estarían desarticulando sus roles tradicionales, para así poder crear vinculaciones filosóficas, vivenciales en las imágenes presentadas a través de la pantalla.

Andrei Tarkovsky desarrolló alternativas en la narrativa cinematográfica no solo en el plano de la praxis, igualmente y de manera sustancial en el ámbito de la teoría cinematográfica. Con su tratado Esculpir el tiempo(1) Tarkovsky insistía en destacar una característica del cine: la capacidad de fijar el tiempo. A partir de esta idea, el cineasta debe esculpir un bloque de tiempo para dejar al descubierto la imagen cinematográfica. Después de El Espejo, Tarkovsky anunció que se dedicaría completamente a seguir las premisas dramáticas de Aristóteles: concentrar totalmente una historia en un solo lugar bajo un día soleado en algún momento del tiempo. Sacrificio es considerada por muchos como el perfecto reflejo de la fascinante teoría cinematográfica de Andrei Tarkovsky. En sus películas Tarkovsky expone no sólo su visión del cine como vínculo, sino su visión sobre el papel que éste, y el arte en general, juegan en el contexto más amplio de la sociedad, y la visión que de ésta tenía el cineasta. La obra de Tarkovsky puede advertirse como susceptible de una multiplicidad de interpretaciones, incluso como contradictoria. En este sentido, se trata de una obra cuyo significado queda encomendado a la valoración del receptor, y que por consiguiente es dependiente de él. Pero la obra de Tarkovsky también se puede considerar como cerrada, como consumada, como terminada de tal modo que nada queda pendiente de resolución. En favor de esta impresión habla la propia contundencia, la propia luminosidad y evidencia de las películas. ¿Qué cabe añadir o restar a películas como Solaris o Sacrificio? Las películas de Tarkovsky resultan herméticas porque, en efecto, no tienen una interpretación fácil o inmediata, son cifra de nosotros y nuestros conflictos en lo más intimo con lo cual se puede suponer que necesitan de una (interpretación) para no asumir la ambigüedad o una apertura interpretativa libertina. Pero las películas de Tarkovsky, como apunta Alberto Ciria(2) en su crítica sobre el libro de cine y filosofía de Marius Schmatloch están por encima de la idea de interpretación:

"Las películas de Tarkovsky se mueven antes de toda interpretación, y por tanto, más allá de toda interpretación. Si películas como Stalker o Sacrificio nos resultan crípticas y difíciles es, justamente, porque nos empeñamos u obcecamos en buscar mediaciones donde no puede haberlas, porque nos confundimos pretendiendo revestir de significados una realidad cuyo significado ella ya nos lo presenta desnudamente. Solaris: toparse con una verdad que es más grande que el entendimiento propio, si uno no quiere cerrarse a ella, conduce por necesidad a la locura. Stalker: un guía conduce a unos viajeros hasta el umbral de una habitación dentro de la cual desaparece la diferencia entre deseo y hecho. Sacrificio: en vista del estallido de una guerra, un hombre ofrece todo lo que le ata a la vida para que esa guerra no haya sucedido. ¿Hay algo más sencillo que esto?"


El Sacrificio, 1986. Tarkovsky a la izquierda.

Stalker, 1979




1. Reflexiones teóricas y comentarios sobre sus propias películas, reunidos por Andrei Tarkovsky en forma de libro. El texto original ruso está todavía inédito, pero desde 1985 ha conocido diversas ediciones en varios idiomas. Algunos de los capítulos del libro habían sido publicados anteriormente en forma de artículo o de entrevista.
2. ¿Se puede interpretar el cine de Tarkovski? Una crítica del libro de Schmatloch por Alberto Ciria:
http://www.andreitarkovski.org/articulos/Schamtloch%20-%20Critica%20de%20Alberto%20Ciria.pdf

2 comentarios:

  1. Se que hay cosas interesantes en el trabajo de Tarkovsky; la fotografía, la dedicación y minucia en el guión, los escenarios, actores etc. Pero a menudo no he terminado de ver una película de el, me es demasiado lento...

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  2. Pues hoy cumpliría 80 años..

    Ric v

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