martes, 13 de marzo de 2012
















He visitado cumbres, he estado en mares, suplicado en cuantos santuarios, a cuantos dioses de piedra de madera de metal y de carne.

Acudido a infinidad de supersticiones, sucumbido ante la ensoñación y ante la perplejidad de milagros míticos.

También he conocido el genio y carisma de grandes hombres, sabios de oriente y occidente, que desde la astrología, la filosofía o la alquimia mucho alentaron.

¿Pero porqué no hablas, porqué no confías?

He sido testigo circunstancial de infinidad actos; he visto crecer los campos, morir personas y no hablas. No te odio pero cada día entristezco más, mi alma se endurece.

Apelas a conspicuas virtudes, de hombres inciertos que los siglos rememoran pero que dolorosamente no confirmas.

Áspero, piel de quimera, devastado, ciego, anónimo...

Ha pasado tanto que confundo los motivos, ya no recuerdo porque quiero que hables, que me confíes.

Quizás esto ya no importe, pero habla, por lo menos susurra.

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