La semana pasada Bashar al Assad visitó Moscú. Su reunión con Vladimir Putin se centró en reconocer y agradecer el apoyo militar en contra del llamado "Estado Islámico". Se trata del primer viaje que Assad realiza al extranjero desde que inició la guerra civil en 2011. Moscú ha declarado su total disposición a apoyar la lucha contra el terrorismo y a afianzar un proceso político que permita una salida a la cruda situación siria. Por su parte, Estados Unidos y la OTAN, apoyándose con algunos países satélite, árabes, han reaccionado para intentar una contraofensiva "diplomática" y continuar así con el ya evidente objetivo: la destrucción total de Siria. Los países satélite reclaman que Al Assad inicie un proceso de transición democrática y cese la represión y violencia que ha causado, según fuentes occidentales, más de 5000 muertos en el último año.
Recordemos que bajo el sentido anterior, una cantidad de países, medios, instituciones y organizaciones occidentales se sumaron al desprestigio del gobierno Sirio bajo la exigencia de derechos humanos y la democratización del país. Y sí, resulta una obligación tanto el señalar las violaciones que sociedades sufren o padecen en relación a sus derechos humanos elementales por parte de gobiernos (cosa que sufrimos en México), como también es una obligación que exijamos siempre el fortalecimiento de la democracia, lo que no podemos aceptar es que esas exigencias se originen y tengan objetivos sectarios o manipuladores y acosta de la destrucción o la voracidad geopolítica. Ejemplo de lo anterior, y dentro del mismo caso Sirio, sectores señalados progresistas así como las denominadas organizaciones humanitarias, como Amnistía Internacional, Human Rights Watch o Médicos sin Fronteras.
Estas organizaciones asaltaron la opinión pública de una manera grotesca y desproporcionada arremetiendo contra el Gobierno de Al Assad por sus acciones contra la invasión de mercenarios islamistas. Mismo mercenarios que occidente y aliados entrenaron, armaron y financiaron. Paralelamente a su trabajo mediático o informativo, estas citadas organizaciones callaban sobre los atropellos de fanáticos, los cuales eran identificados como revolucionarios o luchadores sociales. Así, con el escenario montado, se solicitaba a Estados Unidos, la Unión Europea y algunos países satélite de oriente medio, intervenir armadamente en Siria e “instaurar un proceso de transición democrática”.
Y sí, se referirán a un proceso similar al implementado en países como Libia, Irak, Afganistán o Egipto, donde lo que queda hoy es solo una estela de destrucción barbarie. El antes citado cinismo es excepcionalmente representado por el exprimer ministro británico, Tony Blair, quien el sábado lamentó los "errores" cometidos en la invasión a Irak. Mismo país que ha sido incapaz de superar la devastación de la invasión con bandera democrática y que únicamente desató un guerra civil intestina. Si algo tiene hoy Irak es polvo y sangre en las calles, no democracia.
Al final, Estados Unidos y aliados accedieron realizar "ataques" contra los Islamistas. Los resultados nunca llegaron, todo se apreciaba como un montaje, una cruda y costosa ficción y confirmaba la sospecha de muchos: La coalición intervencionista encabezada por Estados Unidos tenía un único interés: La destrucción total de Siria. Este esquema se ha desmoronado por la sorpresiva participación de Rusia dentro de escenario de lucha y erradicación de los Islamistas, pero, del lado de Al Assad.
He intentado referirme a un tema complejo, ya que intervienen y se movilizan diversos actores, circunstancias e intereses. Desde nuestra latitud, la latinoamericana, reconocemos y con amplios referentes esos "procesos democratizadores" encabezados por Estados Unidos: Golpes de estado, intromisiones políticas, presiones financieras, imposición de gobiernos títere, creación de conflictos armados, formación militar y dotación de armas y equipo a "disidentes", etc.