Domingo, 28 de junio de 2015. En 1686 vio la luz uno de los proyectos editoriales más ambiciosos de su época: De Historia Piscium (La Historia de los Peces), obra de los naturalistas John Ray y Francis Willughby. Este monumental tratado pretendía clasificar y describir exhaustivamente todos los peces y especies marinas conocidas hasta ese momento, un objetivo verdaderamente audaz para el siglo XVII. El proyecto contó con el respaldo financiero de una institución entonces joven pero prometedora, dedicada a la promoción y el desarrollo de las ciencias: la prestigiosa Royal Society de Londres.
Los autores compilaron, sintetizaron e integraron diversas fuentes de conocimiento disponibles en su tiempo, creando una enciclopedia marina que representaba el estado del arte en biología acuática. Sin embargo, como suele ocurrir en la historia de la ciencia, muchas de las explicaciones y descripciones ofrecidas en el libro resultaron, con el paso del tiempo y la acumulación de nuevos conocimientos, poco fiables o imprecisas. Lo que en su momento parecía rigurosidad científica, décadas después evidenció las limitaciones metodológicas propias de una era en la que la biología marina apenas comenzaba a establecerse como disciplina formal.
Esta situación ilustra perfectamente la naturaleza dinámica e implacable del avance científico. En la ciencia, nada permanece inmutable; el conocimiento fluye y se transforma constantemente. Lo que hoy consideramos verdad establecida, mañana puede ser refinado, cuestionado o incluso refutado completamente. Y es precisamente esta característica la que define a la ciencia: su capacidad de autocorrección y evolución continua. Desde la modernidad, sobre la ciencia recae la responsabilidad fundamental de generar conocimiento fiable que sirva de cimiento para el progreso y la evolución de las sociedades humanas.
La edición e impresión de De Historia Piscium, junto con la elaboración de sus meticulosos grabados ilustrando diversos peces y criaturas marinas, fue financiada mediante un sistema de suscriptores y patrocinadores de la Royal Society. Cada uno de estos mecenas recibió su debido reconocimiento en los créditos de las ilustraciones, un detalle que refleja las prácticas de patronazgo científico de la época.
El libro requirió un trabajo de producción extraordinariamente complejo y costoso. Se trataba, sin duda, de una obra de belleza excepcional, con ilustraciones fascinantes que podían atraer no solo a estudiosos de la biología marina sino también a coleccionistas y amantes del arte naturalista. Estas magníficas láminas grabadas, realizadas con técnicas artesanales que exigían tiempo y recursos considerables, elevaron dramáticamente el costo de producción.
El resultado fue predecible: el libro se ofreció al público con un precio prohibitivo para la época. Muy pocos lectores se interesaron en adquirirlo, y menos aún podían permitirse su compra. El fracaso comercial fue rotundo y devastador. Las ventas fueron mínimas, lo que significó para la Royal Society un severo problema financiero que amenazó seriamente su capacidad para emprender nuevos proyectos editoriales. La institución quedó prácticamente en bancarrota debido a esta aventura editorial con los peces.
Ahora bien, ¿por qué traigo a colación De Historia Piscium cuando, a pesar del considerable esfuerzo que representó en su momento, publicaciones posteriores lo superaron ampliamente, ofreciendo información más precisa y actualizada? Con el tiempo, el contenido del libro quedó anacrónico y dejó de ser una referencia científica vigente en el campo de la ictiología y la biología marina.
La respuesta radica en un elemento crucial que salvó a De Historia Piscium del olvido absoluto y que, irónicamente, le ha conferido un valor considerable en la actualidad. Este libro ha alcanzado cotizaciones muy respetables en el mercado de antigüedades y libros raros. De hecho, hace apenas dos años, la prestigiosa casa de subastas Bonhams vendió un ejemplar en poco más de £20,000, una suma nada desdeñable para un "fracaso" editorial del siglo XVII.
Lo que verdaderamente preservó la memoria histórica de De Historia Piscium fue su papel involuntario como villano en una de las historias más fascinantes de la historia de la ciencia. Resulta que el desastre financiero causado por el libro de los peces casi impidió la publicación de una obra revolucionaria en todos los sentidos: Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (Principios matemáticos de filosofía natural), la obra maestra de Isaac Newton.
La Royal Society, sumida en una crisis económica asfixiante tras la aventura de De Historia Piscium, se vio obligada a rescindir su compromiso de producir y editar el libro de Newton. Incapaz de cumplir su promesa de financiar la publicación de los Principia, la institución dejó a Newton en una situación precaria. Afortunadamente, el astrónomo Edmond Halley, célebre por calcular la órbita del cometa que lleva su nombre, reconoció la magnitud e importancia trascendental de la obra newtoniana.
Halley, comprendiendo que los Principia representaban un avance científico sin precedentes, asumió el proyecto como una causa personal. Con recursos propios, financió íntegramente la publicación del libro, que finalmente vio la luz en 1687, apenas un año después del desafortunado libro de los peces.
La aparición de los Principia marcó un punto de inflexión trascendental en la historia de las ciencias en particular y del pensamiento humano en general. Considerada por muchos historiadores y científicos como la obra más importante jamás escrita en el campo científico, los Principia han sido fundamentales para configurar el mundo tal como lo conocemos. Su influencia se extiende desde la física y la astronomía hasta la ingeniería, la navegación espacial y prácticamente todas las disciplinas tecnológicas modernas.
En esta obra monumental, Newton ofreció una síntesis magistral de la mecánica celeste, integrando y reinterpretando los trabajos previos de Galileo Galilei y otros científicos del Renacimiento. Formuló y describió sus tres célebres leyes del movimiento, estableciendo los principios fundamentales de la dinámica. Pero lo verdaderamente revolucionario fue su visión unificadora: Newton no se limitó a aplicar sus leyes a los fenómenos terrestres, sino que tuvo el genio y la audacia de generalizarlas a todos los cuerpos y toda la materia del universo, desde una manzana cayendo de un árbol hasta los planetas orbitando alrededor del Sol.
Esta universalización de las leyes físicas sentó las bases para el trabajo de generaciones de científicos en los siglos XVIII, XIX, XX y XXI. Desde la predicción de eclipses hasta el lanzamiento de satélites, desde el diseño de puentes hasta la exploración espacial, los principios newtonianos han sido y continúan siendo herramientas indispensables para comprender y manipular el mundo físico.
Así, de manera paradójica, un libro obsoleto sobre peces se convirtió en parte esencial de una de las narrativas más extraordinarias de la historia científica: el momento en que un catálogo marino casi ahogó el nacimiento de la física moderna, y cómo la determinación de un hombre salvó para la humanidad uno de sus tesoros intelectuales más valiosos.
Selección de grabados de De Historia Piscium
John Ray y Francis Willughby, 1686, Royal Society.
Referencias
http://www.theguardian.com/science/2012/apr/19/royal-society-publish-isaac-newton-principia
https://www.bonhams.com/auctions/20753/lot/269/
http://irreductible.naukas.com/2008/06/28/la-curiosa-historia-de-los-principia/
http://www.livescience.com/19774-flying-fish-history-science-images.html



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