jueves, 31 de enero de 2013

Qué hace director a un arquitecto en la FA-UNAM?



Ante la pregunta explícita sobre aquellos mecanismos, instancias o situaciones que forman una opinión en las autoridades universitarias y, siendo estas opiniones las que orientan y determinan la designación del próximo director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, el planteamiento mismo de “interrogar” desde la mirada de un recien egresado, carga con cierto nivel de ambigüedad, es algo que suscita diversas apreciaciones. Por un lado y desde lo inmediato hace suponer un tanto de ingenuidad o el poco conocimiento de aquellas estructuras institucionales universitarias que justamente arbitran el proceso de designación pero, igualmente, alude a un sesgo de prudente y necesaria duda. El proceso de designación es, en sí mismo, poco consistente, poco objetivo, de lectura difícil. Más aún, refiere el empleo de interpretaciones abiertamente subjetivas dentro del orden de lo cualitativo, esto sobre aquellos elementos ofrecidos por los postulantes. Justamente de ahí el nombre mismo, tan particular de la auscultación la cual presentando dos orientaciones significantes define en ambas el procedimiento de designación del nuevo director. La auscultación por un lado se define como: “Exploración de los sonidos producidos por los órganos de las cavidades del pecho y del abdomen con el oído o con la ayuda de los instrumentos adecuados” o “Sondear o intentar averiguar el pensamiento de otras personas o su disposición acerca de un asunto”.
Es decir, la designación estará sujeta en términos generales, no a proyecto específico alguno, no en atención a consideraciones de naturaleza administrativa o de planteamientos de gestión o manejo institucional. Ni tampoco la experiencia académica o el mérito profesional, al parecer, representan de manera sobresaliente aquellos elementos que definan y determinen el perfil del nuevo director.

Pero qué es entonces aquello que determina?

Centremos nuestra atención en la posición institucional, definida por la Ley Orgánica dela UNAM, la cual prescribe ciertos procedimientos, únicamente del orden legislativo-burocrático y no aborda ni estipula de manera específica el tipo de análisis ni los mecanismos con los cuales se deberá efectuar aquella valoración objetiva e imparcial de los postulantes. El artículo 11 de mencionada “Ley” define sintéticamente la naturaleza del procedimiento y esboza algunas características de los elegibles:

Artículo 11.- Los Directores de Facultades y Escuelas, serán designados por la Junta de Gobierno, de ternas que formará el Rector, quien previamente las someterá a la aprobación de los Consejos Técnicos respectivos. Los Directores de Institutos serán nombrados por la Junta a propuesta del Rector. Los Directores deberán ser mexicanos por nacimiento y llenarán, además, los requisitos que el Estatuto fije, para que las designaciones recaigan en favor de personas cuyos servicios docentes y antecedentes académicos o de investigación, las hagan merecedoras de ejercer tales cargos.

Como se presenta en líneas anteriores, el “Artículo 11 de la Ley Orgánica de la UNAM” no ofrece mayores certezas en relación a nuestro interés, el de conocer aquello que determina la designación. Pensar en el nuevo Director de la Facultad de Arquitectura y en las circunstancias que lo definirán como tal, no trata de una ecuación simple ni tampoco formulada únicamente en el plano de la excepcionalidad profesional, académica o humana.

Es probable que las claves de la próxima designación estén sujetas al plano de orientación política: La próxima designación del Director de la FA-UNAM, como la de todas las facultades de la universidad pueden asociarse más a la idea de proyectos políticos y eficientes ejecutantes antes que cualquier otra aseveración.

La estructura política de la universidad aún con la autonomía deviene, recordemos, de la esfera política nacional, federal. Qué significa? En términos específicos y desde la generalidad esto habla de la forma en como la designación del Rector de la UNAM fue asociada hasta hace relativamente pocos años al Presidente de la República en turno, y con ello justamente se establecía una orientación de naturaleza abiertamente política, el Rector a su vez definía -y define- las premisas de la estructura operativa de la universidad, las cuales incluye a los directores de las facultades. Actualmente el Rector, aun cuando presenta una orientación política puntual, contundente, no ha permeado de manera amplia, considero, los esquemas estructurales de la universidad misma. Pero es posibilidad real incluso esperable, por mera lógica-política-mexicana, que la impronta en la definición del director de la FA esté asociada a la necesidad de configurar discursos políticos, coincidentes con el inicio de una administración federal.

Y si estas conjeturas acudieran a la razón; busquemos la orientación política de los postulantes.

lunes, 28 de enero de 2013

Cambio en la dirección de la FA UNAM


En fechas recientes y a través de diversos medios universitarios* se hizo pública la “Convocatoria para la Designación del Director de la Facultad de Arquitectura” emitida por el Secretario General de la UNAM, en la cual se invita al personal académico, alumnos y trabajadores administrativos a postular arquitectos de la comunidad de la facultad los cuales, después de un procedimiento de selección dentro del Consejo Técnico de la Facultad, puedan ser incluidos en la terna donde se definirá al nuevo titular de la Dirección.

Esto, por la obviedad de las fechas y en términos generales sitúa a la Facultad de Arquitectura en un proceso coyuntural de cambio administrativo en el cual, con atención a una legislación universitaria específica en sus mecanismos de selección, se designará el nuevo titular de la dirección. Pero, ¿por qué es importante la Dirección de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, qué representa, qué significa, qué implica?

Más allá de ser una de las Facultades de la UNAM, es común referirse a la Facultad de Arquitectura -a nivel país y, muy probablemente a nivel iberoamérica- con el más grande centro formativo de arquitectos, con sus 8,000 alumnos, sus poco más de 1,000 profesores, sus cuatro licenciaturas, el centro de posgrado en arquitectura con mayores campos de investigación en el país, su área de vinculación y proyectos especiales, el centenar de publicaciones anuales especializadas producto de investigaciones y demás trabajos académicos, tres bibliotecas que agrupan un vasto acervo, un gigantesco museo que brinda soporte a múltiples actividades culturales internas o no de la facultad o la universidad, más de 200 alumnos en movilidad estudiantil por el país y el mundo anualmente, un departamento de práctica y servicio social que, en lo cuantitativo, representa alianzas con empresas o instituciones públicas como muy pocas en otras facultades de la universidad.

Lo anterior aunado a la impronta que en la gran mayoría de instituciones públicas dedicadas a la formación de arquitectos y disciplinas afines representa el plan de estudios de la facultad, sus orientaciones pedagógicas, sus productos de investigación, su planta docente etc. Así mismo, la Facultad de Arquitectura en general y su Dirección en particular representan un espacio genuinamente formativo; Ofrece la real posibilidad de ser funcionario público o universitario de mediano y alto rango, lo cual sitúa en un nivel de responsabilidad profesional altamente demandante ,en principio, aquellos perfiles que dentro de la Facultad logren definirse o inculcarse.

¿Solo por lo anterior? ¿Es todo? -No, la Facultad de Arquitectura, ser su Director representa más cosas.

Estamos hablando de un inminente cambio en la administración de la misma, pero qué sucede con aquellas orientaciones de carácter institucional definidas por la nueva administración de la facultad? Es real la posibilidad de redefinir nuevas orientaciones o rutas, sujetas a la responsabilidad que la Facultad debería priorizar en relación al contexto de la producción del hábitat o espacios físico-construidos en un país como México? Cuál es el sesgo que debe tener la nueva administración? Qué debe priorizar, qué respuestas desde la generalidad formativa de arquitectos debe ofrecer? Desde que perspectiva argumental desarrollan sus respectivos proyectos administrativos los postulantes?

La posibilidad de encausar una formación profesional de la arquitectura consistente, prudentemente acotada a una lectura social de la producción arquitectónica o del hábitat, debe ser real, totalmente exigible para los postulantes y muy especialmente enfática para el nuevo director. La naturaleza profundamente en crisis del hábitat en México referida a sus ciudades y localidades, grandes o pequeñas a nivel formal o informal, público o privado, realizadas por arquitectos, técnicos o por sectores organizados o no; las cualidades de su producción, su gestión, sus determinantes y a lo que responden y como lo hacen deben asumirse como muy altas argumentaciones para validar, o no, respectivos “proyectos” administrativos. ¿En realidad, es tan difícil contar con una visión mediana e inmediata, si lo quieren al nivel de causa y efecto, del contexto social del hábitat en México y con él de antecedente articular una propuesta administrativa prudentemente dirigida dentro de la facultad?

Abiertamente sabemos que no se emplea mecanismo democrático alguno en la determinación del nuevo director, que nosotros no disponemos de la posibilidad -real o ficticia- de presentar una opinión u orientación votando para definir al nuevo director, ¿Entonces donde radica la legitimidad moral y ética de esta personalidad administrativa?

Indistintamente a la naturaleza de país en el que vivimos, México se define por ser una república democrática, donde justamente aquellos que representan a nuestras instituciones son legitimados para ejercer por medio de un proceso electoral, en el cual los ciudadanos le entregan la responsabilidad de velar por aquellos intereses más apremiantes, inteligentes o sensatos. Ejemplo de prudencia administrativa, abiertamente democratizadora será aquella actitud del nuevo Director que busque conciliar, desde la evidencia objetiva de los hechos, el replanteamiento de nuevas miradas hacia las profundas problemáticas que aquejan la orientación de una disciplina que cada día pierde legitimidad social, que se asfixia en anquilosadas argumentaciones, o más aún, una disciplina que ofrece una lectura práctica confusa, abiertamente ineficiente en sus alcances profesionales dentro de los exigentes contextos sociales urbano-arquitectónicos mexicanos.

Hablar de cambio en la Dirección de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, no debe plantear una coyuntura regularmente ajena a nuestras actividades formativas o universitarias, esta situación representa en el sentido estricto una oportunidad, una responsabilidad que desde el grueso de la comunidad de la facultad (alumnos y profesores) debe capitalizarse en plantear aquellos mecanismos que definan orientaciones puntuales, acordes a las responsabilidades institucionales que la Facultad debe cubrir con determinados sectores y mecanismo sociales de nuestra ciudad y país. Acudamos a la construcción de aquellas orientaciones administrativas que la nueva dirección debe priorizar, necesitamos forjar mecanismos que incidan en correctas tomas de decisión y que estas, quizá lo más importante, aseguren que la formación de arquitectos incidan ante todo en una ciudadanía y ciudades más justas, más equitativas y plenas.





*Gaceta UNAM, 14 de enero 2013. p 16.

domingo, 13 de enero de 2013

Arquitectura y el difícil caso de la economía informal


Los vendedores ambulantes, los franeleros, limpia autos y demás empoderados “ilegales” de la ciudad y sus espacios públicos representan, para la mayoría, un angustioso cáncer.

La existencia de grupos que viven en la informalidad económica o laboral dentro de la Cd. de México generalmente plantean, en los imaginarios colectivos esencialmente urbanos, lo reconozco, una incómoda y abusiva vivencia e interacción con la ciudad misma. Pero en un país donde el 60% de su población económicamente activa es informal (25 millones), es de sorprender el nivel de ignorancia e indolencia que desde la esfera “profesional” o “intelectual” de la arquitectura se busque el exterminio o la hiper-marginación de un sector social habituado a salarios miserables o a la sistemática carencia de acceso a empleos dignos, un país donde su población en condición de pobreza representa más del 70% (78 millones) del total de mexicanos, un país situado en la orfandad institucional y, vergonzosamente, en una de las sociedades más inequitativas y segregadas del mundo. Es prudente que desde la arquitectura se deban mirar las cosas con mayor detenimiento, agudeza y responsabilidad, generar juicios bajo el influjo de supuestos o abiertamente sobre la ignorancia, simplistas e inmediatos tales como "retirar ambulantes, colocar parquimetros, canelar espacios, o privatizar esquemas de relación social comúnmente de naturaleza públicos" plantea riesgos regularmente no dimensinados, habla de una orientación desde lo urbano-arquitectónico tajantemente política, aun cuando esta sea consciente o no, de naturaleza neoliberal, aquella que prescribe hacia la instancia proyectual de la arquitectura y el urbanismo la perdida de atenciones desde y hacia la esfera pública y atiende estructuraciones emanadas de la esfera privada, elitista, segregacional y, sobre todo, “capitalizable”.

Esta situación habla de profesionistas que, por un lado, no cuentan con nociones mínimas de reconocimiento o posición sensata de lo que actualmente es y representa nuestra sociedad, la mexicana y su estructuración económica, política o cultural. Habla del desconocimiento que los arquitectos como profesionales y ciudadanos tienen de esta sociedad, de cómo, bajo determinadas situaciones opera, al nivel si lo quieren de causa y efecto. Para ilustrar el anterior supuesto, cito la actual campaña de “consulta” que algunos grupos ciudadanos en últimas fechas han situado y promocionado en redes sociales, aquella que busca, con la participación vecinal “decidir ciudadanamente” la instalación o no de parquímetros y el retiro de franeleros. Esto es correcto, el mecanismo, por el motivo de ser auspiciado por un grupo ciudadano, pero es ilegitimo por la indolencia con la cual se maneja, entiende o tergiversa una situación social, profunda y gigantesca. Con la consulta y los parquímetros no se plantea una solución, se enfatiza fundamentalmente el nivel de segregación, inequidad y odio de la sociedad mexicana. Es interesante como uno de los sectores sociales menos incluyentes, un sector con un interés patente en las políticas públicas de nuestra ciudad y país solo en el sentido de “realizar” proyectos, el de los arquitectos y urbanistas, sean ellos junto con un grupo de colonos bien posicionados socialmente quienes invitan a la población a participar y decidir, y, además hacerlo desde una perspectiva sesgada, tomando partido respecto a sus intereses.

Definitivamente es necesario abrir y recurrir a plataformas de participación y decisión comunitaria aquellos teman que impactarán la esfera pública, pero es igualmente necesario ofrecer que la búsqueda de estas decisiones aseguren respuestas eficientes, cosa que en buena medida es posible con la participación, en la estructuración y planteamiento de opciones de solución, a instituciones imparciales y, sobre todo, altamente cualificadas. El límite de encausar una participación trascendente dentro del entramado social segregado e inequitativo de nuestras ciudades o centros urbanos es, el concerniente a contar, antes de cualquier preparación técnica, artística o financiera, una formación social, ética y moral consistente, la cual incida en un accionar conjunto y podamos participar en la construcción de una sociedad equitativa, con una capacidad de participación real en la toma de decisiones políticas. Es decir, necesitamos ser ciudadanos antes de todo, formados a plenitud para poder entender la naturaleza real, en este caso, de la arquitectura -o cualquier otra disciplina- y advertir la esencia de su vinculación y trascendencia social.

Partir de la arquitectura o cualquier otra disciplina y desde ella y su abstracción funcional-conceptual pensar en soluciones sobre temáticas altamente complejas, regularmente asociadas a estructuras sociales, económicas o políticas, solo mal realizamos un simulacro, uno de características atroces y grotescos resultados. Pensar que externando desde la arquitectura el rechazo a ese gigantesco sector de la población, el urbano marginado en lo laboral y lo económico, es posible reivindicar a la profesión con una función social es, sin temor a equívocos, una gran falacia y, confirmaremos con la misma la incapacidad de la profesión para situarse en el exigente contexto social específico de nuestro país con miras a encontrar verdaderas soluciones a particulares demandas o problemáticas.

Actualmente la ciudad, por su dimensión física y social posibilita la existencia de escenarios múltiples, de disputas por su territorio, su uso y significado, a menudo dispares y segregacionales. Ciudad que desde la generalidad pertenece, tanto por las inconsistencias políticas como por el empuje de intereses privados, siendo formales o informales, legales o ilegales, a quien mejor sabe explotarla. Y es en este sesgo que los franeleros y demás tribus de la informalidad, quizá por una cuestión estética, figuran de manera evidente y conspicua pero no siendo estos los artífices, en su totalidad, de su suerte y sus formas de operar. Es decir, la economía informal en el sentido estricto es una nítida representación, una de tantas, del actual esquema económico-político-social neoliberal, fracasado o no, que opera y funciona en el país y sus centros urbanos desde hace más de 30 años. Por otro lado la informalidad económica, en cualquiera de sus representaciones no deviene de una apreciación cultural del mexicano marginado urbano el cual se sienta atraído y gozoso, por cuestión profundamente sociabilizadora, en invadir los espacios públicos y, de los cuales pueda darle soporte a su bolsillo. No, tampoco es herencia de aquel pasado mítico originario de México, decantado por fabular el "morar" de sus antiguos habitantes dentro o sobre las plazas públicas. Es esta problemática, insisto, un indicador del aparato económico operativo en nuestro país que deberá resolverse bajo las estructuras de la ciencia económica, no por medio de símbolos “urbanos”. El gran reto está en decidir y trabajar por una ciudad de manera correcta y consistente, en la cual quepa la idea de una sociedad menos segregada.

No a la privatización de espacios públicos, no a la doble marginación y segregación de estratos sociales de nuestra ciudad. Si a la búsqueda de soluciones económicas, políticas y sociales estructurales eficientes, realizadas sustancialmente por especialistas cualificados.

A-20-01-2013

viernes, 11 de enero de 2013

Laberinto semantico: arquitecto, arquitectura y obra arquitectónica


Origen significa aquí, aquello de donde una cosa procede y por cuyo medio es lo que es y como es. Lo que es algo, como es lo llamamos su esencia, el origen de algo es la fuente de su esencia. La pregunta sobre el origen y la naturaleza de la obra arquitectónica, dentro del actual contexto social mexicano interroga por la fuente de su esencia, su verdad y utilidad. -La obra arquitectónica surge, según por la representación habitual de la actividad del arquitecto. Pero ¿cómo y de donde es el arquitecto lo que es? Por medio de la obra? El arquitecto representa en la obra una serie de formulaciones espaciales exógenas a él, regularmente asociadas a parámetros de grupos sociales o una sociedad en su conjunto.

Es decir, el arquitecto prescribe a la obra, y a su vez la obra es el origen de la legitimidad del arquitecto, ninguno es sin el otro, sin embargo, ninguno de los dos es por si solo el sostén del otro, pues el arquitecto y la obra son cada uno en si y en su reciproca relación, por virtud de un tercero, que es lo primordial: la arquitectura -sistematización de relaciones sociales dentro de específico espacio- a la cual el arquitecto y la obra deben su nombre. -Tan necesariamente como el arquitecto es el origen de la obra, la obra es el fundamento del arquitecto. De manera que la arquitectura es el denominador tanto para obras como para arquitectos. Pero entonces ¿Puede la arquitectura en general ser un origen? ¿Dónde y como hay arquitectura?.

La arquitectura es tan solo una palabra a la que no corresponde nada real. Pudiera ser una representación global subjetiva en la que alojáramos lo único que es real en arquitectura: Las obras y arquitectos. -Aún si la palabra arquitectura significara más que una representación global subjetiva, lo mentado por la palabra arquitectura solo podría fundarse sobre la realidad de obras y arquitectos. ¿O el asunto es al contrario? ¿Hay obra y arquitecto solo en la medida en que la arquitectura existe como su origen?. Cualquiera que sea la solución, la pregunta sobre el origen de la obra arquitectónica se convierte en la pregunta sobre la esencia de la arquitectura, esencia misma que debe de encontrarse donde la arquitectura indudablemente impera en su realidad. La arquitectura esta en la obra arquitectónica, Pero ¿Qué es, para qué sirve y como es una obra de arquitectura?.

Invariablemente lo que tenga que ser la arquitectura debe poderse inferir de la obra arquitectónica y sus "autores". Lo que sea la obra arquitectónica solo podremos saberlo conociendo aquello que anima y significa a la arquitectura desde la mirada de los arquitectos y ofrecida esta a una sociedad en tiempo y espacio definidos, realizando con las obras un uso crítico definido por su efecto de trascendencia o ineficacia dentro de específico contexto socialmente definido.