Hemos incurrido en la creencia de situar el poder de penetración de las Redes Sociales como aliado, o más aún, gestor para el cambio, incluso cualquier cambio, como un canal que permita la posible solución a los problemas no solo locales, mundiales. La alusión a Red Social hoy día puede ser objeto de una continua trivialización, pero esta presupone a nivel conceptual la persistencia de aquel fundamental principio que la anima o determina: la vinculación con otros, manteniendo o no afinidad. Quizá esto último, por simple que parezca, es lo que ha detonado el empleo expansivo de las Redes Sociales desde plataformas digitales. Estás exponen de manera esquemática la inclinación social de los hombres a vincularse y generar lazos sociales los cuales representan el germen de las instituciones humanas, aquellas que hacen sociedad y ciudad. Meses atrás, en vísperas a la elección de julio festejamos aquel alcance e inmediatez sin precedentes de las Redes Sociales, las cuales con su capacidad supuesta de trasladar a un sector social en la línea real del acceso a la información no determinada o matizada por el duopolio televisivo y, de poder articular organización o acciones de manera ágil e inmediata se auguraba una suerte distinta en el proceso electoral mexicano, definiendo como paralelo, más simbólico que funcional aquellas épicas “revoluciones” gestadas en el Norte de África por juventudes multitudinarias, sedientas de transformar y "twitear". Al final, el proceso electoral mexicano se realizó en términos históricamente comunes: Compra y coacción del voto en amplia escala, a la luz de los reflectores y, sin mayor novedad que la de un nuevo presidente electo con una formación profesional, humana, moral, social y cultural sorprendentemente de locura, de infarto, completamente deplorable.
¿Y hay dentro de esto, alguna lección? Por duro que parezca si, una clara: La formación política y el activismo social no trasciende ni mucho menos se alcanza por medio de twitt´s o like´s. No niego bajo ningún sentido la plataforma de vinculación ofrecida por las redes sociales, pero si estamos en capacidad ahora de confirmar algo es la incapacidad para organizarnos por medio de ellas. Éstas, en abstracto, no son capaces de suplir bajo ninguna circunstancia aquello fundamental que exigimos a través de las mismas; respeto, cambio, lucha, organización, educación, pensamiento de últimas consecuencias. Es naturalmente un supuesto, sé que las redes sociales, contrario al común entendido, no fueron diseñadas para intentar modificar prácticas sociales injustas o reprochables, pero el empleo de las redes sociales en un país como el nuestro puede suponer algo más. Quizá entraña como resultado inmediato algo muy distinto a aquello que decidió tajantemente reprochar o modificar dentro del periodo electoral, la instancia más importante en la que las redes sociales han figurado dentro de nuestro país: Constituirse como un mecanismo para observar en tiempo real aquello que somos y nos representa pero sin capacidad de réplica o actuación, sin diferencias sustanciales al operar de la televisión en los últimos 70 años. La situación país de impunidad e indolencia que en puerta advertimos, es desoladora y puede ser peor. Evitemos que desde nuestras burbujas "seguras y cómodas" de fb y twitter reprochar aquello que no somos capaces de afrontar de manera real en nuestra casa, escuela, trabajo o ciudad.
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