miércoles, 15 de agosto de 2012

Génesis

Un grupo de hombres ha padecido por generaciones un duro éxodo en el desierto, la naturaleza de su errar los conduce con cautela. En el desierto han aprendido a sobrevivir y desprenderse de pretensiones superfluas. En alguna ocasión el previsible horizonte del desierto cambio, algo contingente, un elemento no natural irrumpe en el. Al pasar el tiempo este elemento logra algo insospechado; siembra razones de identificación, los alienta a quedarse más.

Después, aquellos hombres entienden que aquel elemento no es completo por sí mismo, tomado aisladamente, sino que solo puede ser completo y servible dentro de un conjunto de relaciones posibilitadas por ellos; deciden establecerse.

Posteriormente, la singularidad del elemento ejerce en aquellos hombres una serie de consideraciones, desde modificaciones perceptivas hasta de utilidad simbólica o funcional, ahora las cosas adquieren un nuevo sentido, ahora ellos adquieren consciencia; nunca fueron tan notorias las ideas de lejanía o cercanía, amplitud o estrechez. Aquel grupo de hombres confiere una condición de excepción al elemento, saben que aquello no solo los congrega, distribuye, conforma u orienta, sino que también los intriga y cuestiona.

Tal es el efecto de aquellas situaciones generadas por el elemento que deciden honrrarlo y dignificarlo con lo más preciado por ellos, una tierra que lo reconozca, un horizonte propio que testifique la particularidad del elemento. Es así como deciden conformar perimetralmente al elemento una plataforma, seguramente irregular, tal vez de tierra apisonada y contenida por piedras, plataforma en la cual ellos se instalan permanentemente. El elemento da cuenta a los hombres de su existencia y su posición frente a la naturaleza, un antecedente primitivo, directo del significado de institución humana.

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