El concierto para trompeta en mi bemol mayor de Joseph Haydn, de 1796, es un ejemplo de lo que antes se menciona, ya que sería, además, el primero en la historia dedicado a la trompeta y el único escrito por Haydn para tal instrumento. La escritura del concierto trata de un encargo especial por parte de Anton Weidinger, inventor de instrumentos musicales y creador de la trompeta de llaves, la cuál se ubica en un punto intermedio entre la versión barroca y la de pistones moderna.
Habitual al periodo clásico, el concierto inicia con la definición de los temas melódicos principales desde violines y chelos, con toques vía flautas, oboes, fagotes, trompas y timbales. Y de repente sucede, después de un arranque brillante, una trompeta se asoma, aún con su poderosa y peculiar sonoridad metálica, pareciera inundada de timidez, en un principio, pero escuchamos atentos y sabemos que su presencia es de mesura, de una profunda sabiduría.
Afirmaba el erudito Ernesto de la Peña, que en la trompeta moderna aún persiste un sonido mítico y antiquísimo, titánico. Originalmente su sonido era el del llamado, el del anuncio de algo definitorio y que excede a lo humano. Transcurrieron siglos y ese sonido vibrante y revelador fue despojado de su ámbito original, el desierto; tiempo después pasó a animar a dignatarios, filósofos y militares en el templo pagano del imperio; después fue adoptado para la liturgia dentro de la catedral cristiana; luego pasó a servir en la banalidad cotidiana de la corte monárquica y su aculturación concluyó, por lo menos hasta hoy, con lo que hicieron de él, tanto el barroco, el clasicismo y el romanticismo.
Joseph Haydn, Concierto para trompeta en mi bemol mayor. Jeroen Berwaerts, trompeta. WDR Funkhausorchester. Leslie Suganandarajah, director. 2021.
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