miércoles, 24 de octubre de 2018

La Torre David: Construir, habitar, ocupar

Miércoles, 24 de octubre de 2018. La Torre David, oficialmente Centro Financiero Confinanzas, es un rascacielos de 45 pisos ubicado en el corazón de Caracas, Venezuela. Su construcción comenzó en 1990 bajo el auspicio del empresario David Brillembourg, con la ambición de erigirse como el edificio de oficinas más alto del país. Sin embargo, tras la muerte de Brillembourg en 1993 y el colapso del sistema financiero venezolano en 1994, la obra quedó inconclusa: sin fachadas de vidrio, sin ascensores operativos, sin instalaciones eléctricas ni sanitarias terminadas. Durante más de una década, la estructura permaneció como un esqueleto de concreto armado, símbolo vertical del fracaso especulativo.

En 2007, familias sin acceso a vivienda formal comenzaron a ocupar progresivamente la torre abandonada. Para 2011, más de 750 familias, alrededor de 3,000 personas, habitaban el edificio en condiciones precarias pero organizadas. Liderados por grupos comunitarios, los ocupantes establecieron sistemas de autogestión: improvisaron escaleras (los ascensores nunca funcionaron), levantaron muros divisorios con blocs, madera y materiales reciclados, canalizaron agua mediante mangueras desde los pisos inferiores, surtieron electricidad generada con plantas de gasolina y conexiones irregulares y crearon una economía interna con tiendas, peluquerías y gimnasios en los primeros niveles. Algunos residentes vivían en el piso 28, ascendiendo diariamente más de 600 escalones. La torre se convirtió en una comunidad vertical autoconstruida, carente de servicios básicos formales pero dotada de una lógica interna de cuidado, organización y pertenencia. A pesar de ello, fue objeto de una profunda estigmatización social, mediática, gremial (arquitectos y urbanistas) y académica.

En julio de 2014, el gobierno venezolano inició el desalojo progresivo y pacífico de las familias, reubicándolas en viviendas del programa Gran Misión Vivienda Venezuela. Desde entonces, la torre permanece vacía, cercada, convertida en monumento involuntario de las contradicciones urbanas del país: entre modernidad y ruina, entre exclusión y reapropiación.

Martin Heidegger, en su conferencia Bauen, Wohnen, Denken (1951), plantea que construir (bauen) y habitar (wohnen) son inseparables: solo construimos auténticamente cuando permitimos que el habitar se despliegue. La Torre David subvierte radicalmente esta relación. Fue construida sin vocación habitacional, una arquitectura especulativa vaciada de humanidad, pero las familias que la ocuparon transformaron la ruina financiera en morada genuina mediante la apropiación existencial.

"Ocupar" emerge aquí como una tercera categoría que tensiona lo heideggeriano con lo político-económico. No se trata simplemente de habitar ni de construir en sentido técnico, sino de un habitar en resistencia,, contestatario, insurgente: apropiarse de lo negado, construir sobre el fracaso institucional. Los ocupantes practicaron lo que Heidegger llama schonen, cuidar, preservar, al habitar la torre abandonada, salvándola del deterioro total y resignificándola como espacio vivido.

La Torre David revela una verdad incómoda: la vocación humana de construir entorno y morada trasciende los marcos formales de la arquitectura. El habitar auténtico puede emerger precisamente donde la construcción institucional colapsa, demostrando que la necesidad de morada precede, y a veces contradice, cualquier orden legal, técnico o económico. La ocupación no fue negación de la arquitectura, sino su redención existencial.



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