martes, 16 de agosto de 2016

De Ciudad Juárez a Atenas


Es hoy posible advertir con mucha facilidad como, dentro de todos los ámbitos sociales, el encumbramiento capitalista de las últimas tres décadas vía el modelo Neoliberal y referido a uno de sus medios de instrumentación, la vorágine mercantilizadora, es no únicamente una realidad, resulta ser en muchos aspectos una impositiva condición. Caso contrario habrá malestares, disputas, batallas, guerras; derrocamientos, intromisiones, terror. Por lo tanto, es una consecuencia lógica que el deporte sea sometido a esa misma inercia, con sus reglas y con sus fines. Pero entonces, qué sobre el supuesto delirante que señala a los Juegos Olímpicos como un ámbito donde convergen e interactúan ideales y valores que trascienden la inmediatez y banalidad actual y que siembran aspiraciones de moral y ética, que estimulan el espíritu y la paz, que ayudan al hombre a mejorar, a superarse.

-No, en lo absoluto. Los ideales y valores no son computables, no hay records para la ética ni la moral. Tanto el espíritu como la voluntad, al ser territorios de lo inconmensurable, la vorágine mercantilizadora ha tratado de asignarle valores, ha instaurado modalidades y, quizá lo peor, ha definido y reglamentado desde su lógica, espacios en los cuales disputar y premiar, con falaz ecuanimidad, a los mejores. En efecto, los ideales y valores del deporte contemporáneo están en otra dirección y plantean otras aspiraciones con las que comúnmente se les asocia. Y sí, es la mercantilización neoliberal. Los deportes profesionales y teniendo como máximo referente normativo e ideológico al Comité Olímpico Internacional, replican desde la especificidad de cada competición todas y cada una de las características primordiales de la organización productiva capitalista mercantilista: reglamentación, especialización, competitividad y rendimientos máximos.

A principios de los años 90´s y bajo el efecto de los supuestos beneficios del TLC-AN se dio el llamado boom de la vergonzosa industria maquiladora en México, teniendo como exponente fundamental a Ciudad Juárez. Ya en la década pasada, con el encumbramiento económico de China y de varios países del sudeste Asiático, las fuerzas productivas de esa región se ofrecieron ante el gran capital como una oportunidad para la consecución de mayores rendimientos con costos cada vez menores, y además, con marcos legales "complacientes". Así, desde el 2000, se dio el fenómeno de migración del capital de centros de manufactura y maquilación en el norte del país, abandonando por completo numerosas plantas, naves y complejos industriales.

Y bien ¿Acaso nos extraña que el capital migre de ciudades, de países y continentes dejando en el desempleo a millones y en el olvido a sendas instalaciones productivas, naves y plantas fabriles, todo con el ánimo e interés de encontrar condiciones que mejoren rentabilidad y ganancias? -No, es la escencia irrenunciable del capital. Y entonces ¿Debería extrañarnos la similitud en circunstancias con la suerte de las sedes de los Juegos Olímpicos? Los casos de tantas instalaciones olímpicas, hoy en el olvido y deterioro, son justamente testimonio de nuestra época, pero más específicamente, testimonios de un sistema económico.

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