jueves, 23 de octubre de 2014

El edificio y la institución en llamas





Me han impresionado profundamente las imágenes recientes de los incendios, tanto del Palacio de Gobierno de Guerrero como el de la Alcaldía de Iguala. La honda indignación y la exigencia de justicia a los tan lamentables y desproporcionados acontecimientos relacionados con el asesinato y desaparición de los estudiantes normalistas en manos de autoridades locales, vinculadas con la delincuencia organizada, han restado atención a una serie de signos, evidentes, dentro de la crisis social e institucional que hoy vivimos. El incendio de edificios que están en función de instituciones públicas, instituciones de gobierno, representa algo que aún no podemos reconocer o dimensionar en cuanto a su alcance final. Me refiero con lo anterior, que dentro de las múltiples lecturas posibles a estos acontecimientos, el incendio está soportado justamente por la rabia y la indignación. Pero insisto, pueden expresar más.

Acudiendo a una esquematización, las instituciones, las de carácter y vocación pública, administradas por el poder político son mecanismos de orden que intentan atender, homologar y normar las necesidades y el comportamiento de un grupo social específico, adscrito este mismo grupo a una comunidad, a un municipio, a un estado o un país. Estas instituciones, en dicho sentido, trascienden los intereses personales al plantearse dentro de un propósito en teoría considerado como un bien común. Se trata, por medio de la creación y puesta en funcionamiento de las instituciones públicas y de gobierno y en términos generales, de hacer real el proyecto de una sociedad y mantener su funcionamiento. Bajo el anterior esquema, las instituciones públicas son mecanismos que definen la mayor parte de comportamientos y fenómenos tanto políticos, sociales, económicos, culturales o de cualquier otra índole.

Pero la naturaleza de las instituciones públicas está en un plano subjetivo, es decir para que las instituciones operen o se instrumentalicen requieren de una serie soportes objetivos, físicos.

Uno de los múltiples vehículos objetivos que dota a la institución pública de capacidades y posibilidades de regir y ofrecerse a un grupo social específico, es la arquitectura desde elementos físico-construidos. Las obras de arquitectura, en buena medida y desde una perspectiva que supera su connotación posible de significado actual o común, es cifra de determinadas instituciones públicas. Buena parte de las obras de arquitectura sin el referente de la institución pública no representan mucho, es una idea que no puede operar dentro de los márgenes de cualquier sociedad, primitiva o altamente evolucionada, la arquitectura sin el referente institucional público acude a una negación total de cualquier esquema civilizatorio. La naturaleza misma de las instituciones públicas dota de legitimidad y virtud a diversos elementos físico-construidos, a obras de arquitectura. Así mismo, la institución pública no es necesariamente un lugar o una instancia física, las obras de arquitectura deben acudir a la figura de institución no para suplantar sus funciones, si para representarlas, esquematizarlas o hacerlas operativas.

Si las instituciones públicas dentro de nuestro país no operan o presentan severas inconsistencias en su funcionamiento, en su accionar, en sus alcances y fines irremediablemente no existirán condiciones para esperar que aquellos vehículos físicos-construidos puedan hacerlo. En este punto adquiere relevancia lo argumentado inicialmente, el incendio de edificios públicos en el Estado de Guerrero no necesariamente representa un hecho más de malestar social, no es únicamente una señal de resentimiento ante un entramado institucional abiertamente deficiente, representa el sentir de un sector social que reconoce e identifica a elementos físico-construidos como uno de los estadios de las instituciones públicas. Las cuales hay que destruir, cancelar, modificar o transformar.

Recordemos el valor asignado dentro de diversas culturas al fuego, este ha representado justamente la instancia adecuada -o necesaria- para el cambio.

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