Nuestra democracia, lo que de ella entendemos, instalada en una construcción fallida o agotada requiere de un nuevo modelo de convivencia, participación y representatividad sin exclusiones, que sitúe como prioridad a la ciudadanía y sus intereses. Hace falta imaginar, determinar e instaurar la democracia que queremos, que nos conviene y con lo cual poder pensar y construir las ciudades, los espacios y las relaciones sociales que necesitamos. Para tal propósito no será posible acceder a ello través de las perspectivas políticas que actualmente operan en nuestro país y condicionan buena parte de nuestro actuar tanto en lo individual como en lo colectivo. El actual proceso electoral representa una instancia que de manera general entendemos como trascendente, constituye, por la fuerza objetiva de los hechos, por nuestras más inmediatas experiencias, por los graves problemas políticos, económicos y sociales que aquejan a nuestro país una opción definitiva en lo que respecta a la definición de políticas y acciones que busquen solventar una multiplicidad de problemas. La alusión al actual proceso electoral, desde la perspectiva jurídica e institucional mexicana, exclusivamente indica el sometimiento a un esquema político sistematizado y hegemónico operativo en nuestro país, -con sus inconsistencias, reformas y desgracias- desde hace más de 180 años y en el cual los ciudadanos, dentro de una plataforma instituida como legal ceden sus derechos de decisión, gestión, administración y salvaguarda de estatutos o leyes por medio de la participación en elecciones, votando.
Esta situación sugiere la idea de participación social, más no la de decisión, naturalmente teniendo como motivo primordial y escencia justificante estructuras políticas colapsadas auxiliadas por poderes facticos que esquematizan una democracia representativa perversa, a la mexicana; "Un representante actúa en nombre de un representado para la satisfacción de sus intereses comunes o más apremiantes". "Así, el concepto de representación política describe cómo el poder político es alienado de un gran grupo y conferido a manos de un subconjunto más pequeño, reducido de tal grupo por cierto período".
Por lo tanto, la participación de diversos sectores sociales dentro del actual proceso electoral no necesariamente supone decidir. Es decir, la participación por medio del sufragio en casos particulares como nuestro actual proceso electoral, alusivo claro está a un esquema democrático fallido no es sinónimo de decisión, lejos lo está. La participación en las urnas hace legítimo un cuerpo administrativo que asume representatividad institucionalizada y naturalmente poder, pero no es legítima en el plano de la voluntad juiciosa y crítica de los ciudadanos. Mi interés y esfuerzo en contextualizar algunas ideas de nuestro sistema democrático es en el sentido de entender y situar al actual proceso electoral en el plano de la coyuntura social, no en el plano de la decisión política, no en la legitimación representativa. Encumbrar la idea de coyuntura social como un concepto fuertemente ligado a la idea de transformación social es el lugar común del presente texto.
Sin embargo, por debajo de este reconocimiento tácito de un problema sistémico político en nuestro país y sus consecuentes manifestaciones dentro de nuestro entramado social, existen otras dificultades de naturaleza distinta que tenemos que afrontar cualitativamente para determinar instancias que apelen a ideas reales y certeras de modificación, abrupta, trascendente y sistemática de nuestra situación como país. Mi convicción, entre otras cosas, es que una participación activa por y desde los círculos y adscripciones disciplinares, instancias en las que hemos recibido formación profesional deben contribuir mediante un ejercicio crítico y juicioso al examen y la solución de esas dificultades subyacentes de nuestra sociedad y su funcionamiento. Así mismo, independientemente de la adscripción ideológica, política o sectaria de quien o quienes accedan a la primera magistratura, tendrán que enfrentar situaciones y retos altamente demandantes que no solo es posible resolver con el ánimo, con la lógica o con experiencias cuestionables o no confirmadas dentro de la función pública. No hay forma, aún cuando su nivel de preparación sea enteramente reprochable, evadir el enfrentamiento de exigencias puntuales. Al final asumen la “responsabilidad” de resolver situaciones específicas con y desde sus perspectivas de mundo, desde su formación, completa o deplorable.
Y es en ese sentido donde pondero la urgente necesidad de incursionar, no como políticos, sino como profesionistas formados consistentemente desde una perspectiva disciplinar. Hasta ahora, movilizaciones organizadas de variados sectores sociales encabezados por los estudiantes enfatizan un discurso con genuino origen en la base ciudadana, con un gesto determinado en asumir, bajo el costo que suponga, la reivindicación de una sociedad. El movimiento, o los movimientos inscritos en la coyuntura social actual han operado, han hecho patente una organización que describe ciertas facilidades y ligereza no solo para funcionar, para igualmente reconocer fallas u omisiones funcionales o discursivas. Las preguntas que surgen, relativas a imaginar escenarios inmediatos postelectorales para el #YOSOY132 se podrían presentar en los siguientes sentidos; Si esperar en él una evolución y sistematización discursiva y fáctica desde la perspectiva disciplinar, construyendo perspectivas políticas puntuales y especializadas coincidentes o semejantes todas con el objetivo de incidir en el planteamiento de modificaciones trascendentales dentro del entramado sociocultural mexicano actual o continuar por la senda de una organización política medianamente horizontal-pseudo homogénea, tribal?.
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