En los albores del siglo XXI y desde la esfera profesional, académica o cultural de la arquitectura hemos sido testigos, en distintos grados, del posicionamiento de esquemas proyectuales de la arquitectura los cuales, estando fijados por plataformas y protocolos digitales han alcanzado manifestarse y situarse mayoritariamente en la esfera mediática.
Este empleo de la representación digital ha revolucionado y modificado sustancialmente -aún cuando muchos lo duden- los procesos proyectuales de la arquitectura, teniendo al ámbito pedagógico como un nicho altamente interesado en el empleo de estos recursos de representación. Esta “revolución” sorprendentemente no enuncia transformaciones en la concepción y uso del espacio o en los niveles de relación socio-espacial que determinados elementos arquitectónicos puedan suponer, igualmente no parte de una reflexión o una especulación sobre el papel que la arquitectura hoy día pueda asumir en nuestra angustiosa sociedad, ni necesariamente, contrario a lo que se podría suponer, no posiciona al exterior, lo visual o la forma como el detonante de este fenómeno. En realidad esta “revolución” está justificada específicamente en los procesos de representación, de generar, consumir y relacionar imágenes con una rapidez y complejidad cada vez mayores. Teniendo como posible paralelo histórico el desarrollo y utilización sistematizada de la perspectiva arquitectónica en el renacentista siglo XV.
Pero, por qué la imagen? su producción y consumo? La imagen en la posmodernidad, periodo al cual atañe la formulación de su supremacía al ser esta un transmisor eficiente de ideas y conceptos, tiene en si misma una cualidad de "trascendente" porque involucra la aspiración y necesidad de ser y pertenecer. La vida se interpreta en imágenes, la sociedad en la posmodernidad depende de imágenes ya que estas son las transmisoras de una idea u opción de realidad, por este motivo es notoria una suerte de cosmovisión dentro de la producción digital de imágenes: ver imágenes es construir e interpretar hoy día al ser y el mundo. Dentro de esta lógica, es totalmente prescindible y hasta banal examinar los orígenes o los fines de las imágenes -arquitectónicas o de relaciones espaciales para nuestro caso- en cambio es reprochable no tener repertorio de imágenes ya que esto supondría que la identidad y a la postre el ser se encuentren en juego. Las prebendas en el empleo de la representación digital han coincidido, en la gran mayoría de los casos, en una perspectiva de marketing, especulativa y esto, aunado a su fácil acceso y reproductibilidad técnica (W. Benjamin) ha contribuido a entender el fenómeno como algo superficial pero enteramente imprescindible para cierto funcionamiento de la disciplina arquitectónica actual. En lo referente a la práctica real y más allá de los éxitos de ventas comerciales, el uso de diversas plataformas o protocolos tecnológicos dentro de la representación arquitectónica se presenta de distintos modos. Desde el utilitarismo que encuentra en lo digital una mayor rentabilidad comercial y agilidad dentro de las cotidianas exigencias, hasta el uso más experimental, a menudo relacionado con el arte contemporáneo llevado a cabo por posicionamientos alternativos o conceptuales. Así mismo este fácil acceso a la manufactura, creación y edición de imágenes, aunado a las opciones de difusión que las redes sociales y demás plataformas tecnológicas de comunicación ofrecen han instaurado una fase de especulación y circulación de imágenes sin precedentes.
En otro sentido, es común el empleo del termino “imágenes realistas” dentro de la representación digital de la arquitectura, ¿pero son éstas reales? Aun cuando acudan a una minuciosidad en la representación, a mi parecer no. Fundamentalmente hablamos de un simulacro de realidad. Y es simulacro, acudiendo a la metáfora de Borges, por hacer emerger un mapa por encima del territorio real. Ese mapa o modelo, construido por la sucesión de simulacros, llega a indicar posibilidades de lo real más no suplantarla.
Como tareas pendientes quedará el análisis y valoración exhaustiva del efecto de la producción y consumo de imágenes digitales arquitectónicas lo cual, de manera preliminar no debe enunciarse en términos de éxito o fracaso, gusto o rechazo, aprobación o desaprobación. Será necesario concretar cierto número de conceptos mediante los cuales pueda realizarse, en el plano inmediato o mediano un acercamiento real al efecto potencial de estos recursos de representación y su influencia en diversas capas de la personalidad del estudiante o arquitecto y su repercusión en la disciplina arquitectónica.
Será oportuno indagar sobre los estímulos socio-psicológicos que son típicos del material estructurado con plataformas digitales y evaluar el efecto que es posible produzcan. Cabe esperar que, en última instancia, este procedimiento traiga a luz una serie de observaciones sobre el modo de tratar estos estímulos a fin de producir el efecto más conveniente de la representación digital arquitectónica como mecanismo indispensable para concertar ideas proyectuales. Al revelar las implicaciones socio-psicológicas y los mecanismos de herramientas computacionales, que a menudo actúan desde una perspectiva especulativa o de simulación, no sólo podrán optimizarse los programas sino que también -y esto es tal vez más importante- podrá sensibilizarse al usuario en cuanto a los efectos de algunos de estos mecanismos. Cabe señalar que no nos compete la efectividad de uno u otro programa, herramienta o protocolo específico, el tema que aquí se plantea es el referente a la naturaleza de la herramienta y su repertorio de imágenes o posibilidades en relación a las atribuciones reales de la arquitectura dentro de nuestra sociedad.