Gaza: La destrucción de una ciudad ya vencida

Jueves, 1 de febrero de 2024. Imagen © Abed Khaled, Associated Press, 2023. Jabalia, norte de la Franja de Gaza. Cualquier entorno natural al hombre, desde la perspectiva de su control, dominio o uso, es un entorno susceptible a la guerra. La guerra acontece en el mar, en el bosque, en el desierto, en el aire, en la montaña, en los paisajes nevados, pero ¿por qué casi siempre la guerra termina con la toma o la destrucción de una ciudad? ¿Es acaso pertinente interrogar sobre por qué la guerra destruye a la ciudad, a una ciudad? ¿No se incurre en superficialidad o en un sinsentido cuando la idea misma de guerra tiene por sinónimo la violencia, la destrucción, la aniquilación?

El ejercer violencia sobre la ciudad, tomar su control político, robar sus bienes, desarticular o modificar su funcionamiento y significado, expulsar o asesinar a sus habitantes o incluso destruirla, son dimensiones usuales dentro de un contexto de guerra. Estas mismas dimensiones de ejercicio de violencia sobre la ciudad se han observado en todas las culturas del mundo y dentro de todos los periodos históricos: Ur, Babilonia, Atenas, Alejandría, Roma, Cartago, Constantinopla, Bagdad, Tenochtitlán, París, Berlín, Stalingrado, Nagasaki, Mosul, Damasco o Gaza, por citar algunas, han sido escenarios de destrucción o profunda transformación por causas de guerra.

Frente a la idea común de guerra, su comprensión es siempre inmediata y contundente. De manera general, hace referencia a un tipo de conflicto que, superando las instancias de mediación pacífica de diferencias, encuentra su resolución únicamente por la vía de la violencia. Por lo tanto, la guerra es una de las formas de conflicto social y político de mayor gravedad a la que pueda enfrentarse cualquier grupo humano.

Desde Deleuze, intentando aquí aminorar la preponderancia de la definición teórica de los conceptos como medio para posicionarse e interpretar determinado fenómeno, y optando por ponderar la manera en que ellos, los conceptos, operan y se movilizan, una caracterización posible sobre los efectos y las relaciones que se establecen en la instrumentación del concepto de guerra es aquella que sitúa su esencia y verdad en el deseo de dominación, mismo que se manifiesta, entre otras cosas, en la pretensión de aniquilación, en el desafío por imponerse y vencer frente a la opción de perder, ser dominado o incluso aniquilado. Bajo lo anterior, la guerra no es solo contingencia, choque, destrucción o muerte: es la representación de una interacción sobre la cual alguien deberá ser derrotado y alguien más ejercerá, en lo posterior, una posición de dominación y hegemonía.

Interrogar sobre la motivación para destruir una ciudad dentro del contexto de una guerra plantea necesariamente muchas más líneas de comprensión que las comúnmente usuales y dictadas por las abstracciones del concepto de guerra. Por lo tanto, la destrucción de la ciudad no puede constituirse ni entenderse únicamente desde una dimensión material.

Entonces, la guerra encuentra en esa estructura identificada como ciudad el ámbito de representación más eficiente de la colisión entre el deseo de dominación y la natural reacción de oposición a ese mismo deseo. Y esto sucede porque la ciudad alberga los principales espacios de organización y toma de decisiones de las élites que sustentan, o bien el deseo de dominación sobre un adversario, o bien el antagonismo y la resistencia al mismo deseo.

Igualmente, la ciudad es generalmente el entorno que alberga diversas instalaciones que, por su utilidad y relevancia, se constituyen en objetivos deseados para ser atacados o defendidos dentro del curso de una guerra: complejos industriales, centros hospitalarios, cuarteles militares, así como diversos símbolos y objetos urbanos que soportan parte de la identidad social, cultural o histórica de la ciudad.

Bajo esta interpretación funcional y simbólica, la posibilidad para el control, el avasallamiento o la destrucción de la ciudad resulta fundamental para la consecución del deseo de dominación. Tomar o destruir la ciudad resulta, dentro de una guerra, la demostración más contundente para saberse vencedor y ejercer una dominación.

Por todo lo antes mencionado, ¿la destrucción sistemática de Gaza, perpetrada por el Estado de Israel y con la complicidad de las hegemonías occidentales, se inscribe dentro de una disputa entre el deseo de dominación y la natural reacción de oposición a ese mismo deseo? No.

Gaza es una ciudad vencida, ocupada y dominada por el Estado de Israel desde la Guerra de los Seis Días, en 1967; Gaza es una ciudad sin mandos políticos o militares relevantes; Gaza es una ciudad con una población sometida a la subsistencia y que no puede constituir ningún tipo de amenaza política o militar; Gaza es una ciudad sin infraestructuras efectivas y comprobadas de defensa o ataque; Gaza es una ciudad con un bloqueo comercial y económico; Gaza es una ciudad sin capacidad para el autoabasto de comida y productos de primera necesidad; Gaza es una ciudad sin industria; Gaza es una ciudad con una red de servicios básicos como agua potable, drenaje o energía eléctrica críticos, o en absoluta dependencia con terceros.

La destrucción de Gaza no responde a la lógica de guerra aquí descrita. Se trata de urbicidio: el asesinato deliberado de la ciudad misma, la aniquilación sistemática del tejido urbano como objetivo político en sí mismo. Pero entonces, ¿cuál es el interés real del Estado de Israel para perpetrar este urbicidio contra la ciudad de Gaza? Llevar a la práctica una serie de acciones, encubiertas en la idea de derecho de defensa, dirigidas al acoso, expulsión y aniquilación sistemática de la población gazatí de religión musulmana suní con la intención de hacer de la región, bajo el ideal del mismo Estado de Israel, un territorio homogéneo en etnia y religión.

El urbicidio de Gaza es inseparable del genocidio contra el pueblo palestino: la destrucción del espacio construido busca imposibilitar el retorno, borrar la memoria material inscrita en la ciudad y desarticular las condiciones físicas que hacen posible la existencia comunitaria.



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