jueves, 31 de mayo de 2012

Laberinto





El laberinto es una estructura intrincada, física o metafórica cuyo recorrido es siempre un reto para quien trata de recorrerlo y/o descifrarlo, el no perderse en su equívoco y complicado trayecto alude y remite a la siempre presente condición huma de decidir. Los laberintos encuentran su referencia natural en la morfología de algunos moluscos, en la intrincada estructura de panales de abejas, el plano de algunas cavernas e incluso en el aparato sexual femenino, lo que supone en todos los casos alusiones simbólicas a lo desconocido y misterioso, así como a un recorrido cuya meta (posible) siempre resulta incierta, pero altamente estimulante, coincidente en lo profundo con una actitud humana de aspiración, sometida generalmente a la duda, perseverancia e intuición. La primera referencia a un laberinto con connotaciones míticas y un significado simbólico es el construido en Creta por Dédalo para tener encerrado al minotauro, y que supone el triunfo de Teseo, que al superar la prueba que el propio laberinto le impone alcanza la condición de héroe. En cualquier caso, dibujos laberínticos existen desde la prehistoria, con significados parecidos: bien espiritual, en rituales apotropáicos donde el propio dibujo podía servir de referencia para bailes rituales, o como símbolo de experiencias iniciáticas. En general, los laberintos insistirán en esta interpretación simbólica en los relatos posteriores, convirtiéndose en metáfora de un devenir largo y penoso, en una prueba por superar, en un ritual iniciático, que en todos los casos supone el logro de un estado superior, a veces identificado con la heroicidad o con la inmortalidad o con la conquista espiritual de lo sagrado. En el contexto cristiano medieval, el laberinto simboliza la existencia terrenal, y su superación la sublimación del mundo celestial, al que se llega sólo superando todas las trampas que nos impone el pecado y la vida material, de lo que precisamente el laberinto y su trazado confuso, donde es tan fácil perderse, resulta un símbolo perfecto. Puede decirse por tanto que el laberinto medieval es teocéntrico, con una entrada que representa el nacimiento; un camino tortuoso, que simboliza los avatares de la vida; y un fin único en el centro del laberinto al que hay que llegar, y que es la representación simbólica de Dios.